viernes, 21 de agosto de 2015

Role Models y lo afro

Por Jessica Cueto

Corinne Bailey en la Alfombra Roja
Corinne Bailey Rae es una cantante y compositora inglesa, de unos treinta y tantos años, que puede catalogarse dentro del género musical del jazz... La brevísima reseña es porque creo que fue gracias a ella que por primera vez consideré llevar mi cabello natural, generando a modo de broma el ideal de verme como ella. Apenas hace unos días caí en cuenta de ello, y vi reflejado en mi experiencia personal lo importante y trascendental que pueden ser los medios y la publicidad en la aceptación y disfrute de nuestra negritud.
Caratula Álbum
Una tipa tan hermosa y genial como Corinne Bayle llevaba una especie de afro pequeño, peinado en bucles en la caratula de su primer álbum, cuando para mí la búsqueda de la identidad y el rollo afro no estaban concientizados; solo me gustó su look, tanto como me podía gustar el de cualquier otra famosa, pero casualmente, o no, esta artista era negra, sembrando en mi una semillita de autoreconocimiento y reencuentro con mi propia belleza que poco después dio sus frutos.
Y viendo en retrospectiva, ¿cuántas negras hermosas se pueden ver a diario, cuantas mujeres afrodescendientes tienen la capacidad mediática para ejercer influencia y considerarse role model? ¿Y esta cantidad puede compararse con la cantidad de mujeres blancas (no negras o indígenas) que se muestran diariamente en nuestros televisores, vallas y revistas? Lamentablemente NO.
Sabemos que el racismo es la razón de esto, y su lógica que trabaja detrás de la industria del entretenimiento.  Pero no debemos descansar en cuanto a la mediática de las mujeres afrodescendientes, porque como fue mi caso, es una ventana que a muchas puede traernos del lado del orgullo negro.

Fuente:
imagen 1: www.pinterest.com
imagen 2: wikipedia.org


viernes, 31 de julio de 2015

Sororidad en Venezuela

Por Jessica Cueto

En Venezuela las mujeres somos todos los días protagonistas de nuestra historia, criamos amamos y trabajamos todos los días sin descanso y sin quejarnos. Aquí en Venezuela ser macho es ser mujer. Pero resulta que no vivimos en el país más igualitario del mundo, aún existen prejuicios y las mujeres no estamos a la par de los varones.
Me atrevo a decir que somos un país machista, donde la sororidad (solidaridad y concordia entre mujeres, que implica un reconocimiento mutuo, plural y colectivo) parece un mito. Cada una jalando para su lado, compitiendo en todo, sin dejar para más nadie. Por ejemplo al ceder el asiento en autobús o metro; es casi imposible pensar que una mujeres ceda el puesto a otra, así la ultima esté llena de canas y arrugas o a punto de dar a luz. Todas con actitud de " yo también soy mujer", voltean la vista, esperando que algún ausente caballero ceda el puesto... y así mujeres que ocupan un pasillo con niños en brazos o ancianas, esperan su parada de pie para seguir la jornada.
No entendemos a la otra, no queremos hacerlo, nuestro derecho y beneficio sobrepasa cualquier otro, hasta de nuestras iguales. Somos un país de mujeres que no respetan a las mujeres, con un machismo inoculado sin siquiera saberlo. Y para mi es obvio a quién beneficia tal falta de sororidad... no a nosotras.
La lucha por la igualdad de género no es una lucha de varones, es de todxs, y en Venezuela la presencia femenina es contundente, ejercemos cargos en diferentes niveles, privados y públicos, somos madres, somos trabajadoras, profesionales y obreras ¿entonces porqué aún no estamos a la par?
Personalmente creo que un punto crucial es la sororidad, ya que mientras trabaja  la lógica patriarcal limitamos el avance de las nuestras, evitando la construcción de una sociedad más igualitaria.


Fuentes imagen: https://enjusticiaglobal.wordpress.com

martes, 19 de mayo de 2015

A orillas del mar

Por Jessica Cueto


A orillas del mar, una casucha con patio de arena y paredes de tabla... Alta por los calores y pequeña por la pobreza. Allí vivía una familia constituida por una madre, un padre y dos o tres hijas, siempre rodeados de gente; la abuela, los tíos, los vecinos de toda la vida... Alegría con sonido de tambor y salsa nunca faltaron en la casa.
Una de las niñas tenía problemas, siempre triste, siempre encerrada en su cuarto... Estaba enferma. No se sabía con exactitud su padecimiento, pero la preocupación de toda la familia se dirigía hacia ella.
Los negros cumplían rituales, donde la alegría era parte... Cantos, danzas, fuego y viento. Todo era parte de la adoración al Dios que todo lo sabe y todo lo ve, el que daría respuestas a sus plegarias, el que calmaría el espíritu de aquella niña. No era un Dios católico, no se sostenía en sus culpas. Era un Dios de vida, que entendía, que gozaba.
En el patio central se elevaban llamaradas, que se avivaban con baile y tambores. La llama era grande pero nunca quemó nada. Tan cerca de la paja y tan respetuosa, era celebración y súplica.
Como en fiesta de pueblo, la comunidad participaba en la tarima improvisada, con cantos y bailes. El público se entretuvo al ver al padre en la percusión, mientras una de las hijas vestida de gala, con gracia incomparable, movía su vestido al son del tambor. Ambos con fuerza, ambos con amor... Las pisadas y golpeteos en sincronía perfecta, mientras la llama avivaba al colectivo eufórico...
Repentinamente el vestido de la niña empezó a responder con brotes de candela, al son de sus movimientos cada vez más vigorosos. ¡Fuego... fuego! La gente cantaba al  mismo son mientras seguían bailando.
Al finalizar, en calma post-orgásmica quedaron todos sudados, todos con alegría... Eran parte de la danza con fuego, del gozo y la euforia.
Repentinamente de manera fulminante se prendió la casa, llamaradas inmensas naranjas rojizas inundaron la pieza. El silencio atónito de la multitud, miraba la llama que inmensa y viva acababa con todo. Imposibilitados para entrar, la niña que nunca salía quedó adentro, atrapada por la candela, sin que nadie pudiera hacer nada.
FIN


Imagen: Playa de Macuto, 1940. Armando Reverón. Disponible en: http://www.elcambur.com.ve

lunes, 23 de marzo de 2015

Michelle Obama

Por Jessica Cueto

Hace unos días fue despedido tras 17 años de trabajo en la cadena televisiva Univisión, el venezolano Rodner Figueroa, luego de hacer un comentario de esos que parecen inofensivos y jocosos, le dijo simia a la Primera Dama de los Estados Unidos.
Y no lo culpo, Rodner fue eco de un chiste viejo, ya que es costumbre en estas tierras llamar mono a una persona negra, hecho evidentemente racista, pero que por común y “gracioso” pasa por debajo de la mesa…. Hasta que se meten con la esposa de Obama.
Aquí en Venezuela han sido incontables los insultos racistas asociados a funcionarios gubernamentales, un ejemplo es el de Arístobulo Istúriz, el cual más de una vez ha sido públicamente comparado con un mono, cosa que a más de uno partió de la risa.
Pero llegó un venezolano, acostumbrado a burlarse de todo lo que su historia lo hace rechazar, y se metió con la única negra que podía dolerle a alguien, Michelle Obama.
El racismo del que hacemos eco con nuestra “idiosincrasia” no es menos racismo, ni menos ofensivo. Es resultado de la historia de discriminación, “blanqueamientos”, y vergüenza étnica que llevamos a cuestas.

Por otra parte la acción de despedir a un venezolano homosexual, de una cadena de televisión latina, supuestamente por su comentario racista, más que un acto de justicia, me da un poco de risa por lo hipócrita del acto en sí. En Estados Unidos policías matan a negros a la luz del día y bajo las cámaras de aficionados, para luego salir libres. Así que si ellos quisieran hacer verdadera justicia, lo harían en esos términos, no bajo reflectores.
Personalmente estoy de acuerdo con que se castiguen actos racistas en cualquier parte del mundo y cualquiera que fuese la circunstancia, pero no a través el show mediático, que pareciera ser el modo de actuar en la administración Obama.

Fotografía 1: heavy.com
Fotografía 2: nbcnews.com


domingo, 22 de febrero de 2015

¿La racista soy yo?

Por Jessica Cueto

 Cada vez más perturbada con todas las desigualdades que observo y vivo, camino buscando más razones para sentirme lo que soy, y enorgullecerme de ello, caminar con la frente en alto, siendo negra, siendo mujer. Pero nunca falta la persona que se incomoda, que se perturba, no por las desigualdades, sino por las igualdades. Y hasta saltan con la bandera de “auto-racismo”, un concepto que a duras penas entiendo, y se supone ser una especie de auto exclusión de los negros, es decir no hay racismo ahí afuera, es pura imaginación, y los verdaderamente racistas, somos nosotros, al defender y promover nuestras raíces, nuestra negritud.
Así que imagino si la cosa fuera al contario… ¿Cómo se vería? Imagínenselo…
Una chica de rasgos caucásicos, justificando el comportamiento de su cabello… -Es que no se levanta, el crece hacia abajo…- O explicando en tono jactancioso, que sus labios gruesos se deben a que su tataratatara abuelo era originario de Guinea Ecuatorial.
Zutana diciéndote lo lindo que será Fulano por sus rasgos afro, a pesar de su blanca piel. Mientras en vulgar actitud comenta lo bien “dotado” que debe estar Perencejo, solo porque es blanco.
Un autobús lleno de gente, que comienza a bajarse por el “sospecho” aspecto de dos jóvenes blancos.
O una disputa laboral por el despido injustificado de una persona de rasgos caucásicos, por el aspecto “poco profesional” de su cabello natural…
El hecho de que estas situaciones sean exclusivas de negros deja en evidencia el problema racial que vive nuestra sociedad.
El racismo no es una manera de ver las cosas, no es un fantasma ni creación de los mismos afro/negros, el racismo es una realidad que nos golpea la cara todos los días, es el prejuicio, el maltrato, la vergüenza, y el conformismo… Es el desprecio a la diversidad de la que somos parte como latinoamericanos, y que por siglos nos han hecho renegar.
Levantar la voz en lugar de hacernos observadores inertes de las desigualdades, dejándonos cargar en el carril del racismo y endoracismo, no es resentimiento, y mucho menos “auto-racismo”, es hacer visible lo incorrecto y actuar acorde con lo que somos en realidad.
Por último debo aclarar que no existe endoracismo sin racismo. Si una persona no es discriminada por su raza, nunca se sentirá menos como para renegar de sus orígenes.

Fuente de imagen: symonsez.wordpress.com

martes, 20 de enero de 2015

Crónica de la negrita pelo malo en una peluquería caraqueña

Por Jessica Cueto
Después de repasar en Pinterest ese afro perfectamente contestatario y fashion, que mantuviera el largo que tanto le había costado, se fue la negrita en búsqueda de su peluquería.
Prevenida por las tantas veces que fue maltratada, llegó a un Sandro solicitando a una peluquera que supiera manejar rizos, y que entendiera su decisión de llevar el cabello natural.
Así saltó una chica, mulatosa, negra clara con cabello corto y liso, fingiendo que entendía su solicitud.
Al lavarle el cabello la peluquera tomó su cabeza  y como si se le fuera la vida en ello, le restregó como un coleto, afincada y  en todas las direcciones. Al intentar detenerla solo le dió “tips” para el cuidado de su cabello -Que tienes que peinarte para abajo, que te lo seques antes de aplicar crema, que restriégate aquí, que jálate allá…- La mujer se despepitó en un sinfín de incoherencias con respecto al cabello afro, quizás por asumir que el aspecto natural de la negrita obedecía al descuido.
Después de enjuagar el champú, aplicó acondicionador y empezó a masacrarle el cabello, desenredando de raíz a puntas el enredo causado por el terrible lavado, sin compasión, jalando y templando…
La negrita pensaba -Por qué a las chicas blancas nunca le jalan el cabello, ellas se quejan profundamente de un simple tirón… En cambio yo, negra, nunca pude quejarme de los templones de cabello.-
Pero es que el pelo malo es fuerte, duro… Ahí no hay hebras partidas, ni cuero cabelludo o cuello lastimado… Ese no le duele a nadie.  
Antes del corte, la negrita suplicando ser escuchada, explicó el comportamiento de su cabello… -No me lo dejes como una choza- le dijo, -córtamelo en capas, para que me quede redondito-. Pero la peluquera hizo lo que quiso.
Terminó por cortarle el cabello parejo, es decir, corto abajo y largo arriba… Para luego con el difusor aplicarle calor, porque según la peluquera, el cabello no se puede dejar mojado…
Y todo bajo los ojos críticos y avergonzados del resto de peluqueras, que le daban  excelentes consejos… -Aplícale una queratina, un desriz suave… Sécale el cabello…-
Al terminar, la negrita quedó con el cabello como una choza y alborotado como nunca, sin un rizo definido y sintiéndose profundamente irrespetada, menospreciada y maltratada por el hecho de querer y tener su cabello natural.
Cuando llegó a casa, la negrita tuvo que lavarse la cabeza, por la cantidad de productos que en el empeño de estilizarle el cabello, le habían aplicado… Lacas, ceras, geles. Se lavó el cabello, y con un wash and go intentó salir a la calle con lo que resultó ser, todo, menos un afro.
La negrita que tan orgullosa está de su pelo malo, de ahí en adelante no ha podido sacar de su cabeza un turbante, ya que con su mal corte de cabello, las sirvientas de la belleza la sacaron del juego.

Fuentes:
Imágen 2: https://es.pinterest.com/