Por Jessica Cueto
La
playa, Todasana, un pueblito... Gente linda, gente negra. Descalzos, con
cholas. Una visita a un pueblo de negros para reencontrarme con mi negritud,
con mis abuelos, con mi gente.
Llegando
temprano después de vivir el típico viacrucis de ir a la costa, con su
respectivo pirata, 400 Bs hasta Todasana, el pasaje normal son 300. Con esa
costa de litoral que te hace olvidar todo, el olor a Mar que se intensifica a
medida que vas llegando, ya saliendo de la ciudad, de lo urbano, de lo turístico,
ya estás en el pueblo. Que aunque no es mío, se siente como si lo fuera, porque
crecí con eso, esperando vacaciones para ir al pueblo, el de los míos.
Al
llegar pecamos de turistas, y de locales, compramos unos heladitos más que
famosos, parada obligada del de aquí y del de allá. No había de auyama, pero de
mango está bien. Hasta que caminas un poquito y ves que el cambio climático dio
una sorpresa y mango es lo que sobra, hay demasiados, mango para todo mundo,
mango por no dejar... Caminas y eliges, muerdes y dejas, agarras otro...
demasiado mango. Aquí no hay crisis, ni colas, hay comida, sana y sabrosa
comida, Mango!
Sin
mucho dinero nos internamos en la montaña con los campesinos, que a pesar de la
sequía siguen adelante, cuidando y trabando la tierra en la medida de lo
posible. Comiendo lo que se consigue, con guarapito de malojillo pal desayuno,
y yuca-apio para el almuerzo, bajando al río a bañarnos y a recoger agua
potable en el pueblo. Limpiando el terreno machete en mano, ingeniándotelas
para vivir de la tierra, esa que nos dijeron que era atraso y nos quitaron para
imponernos a la ciudad come hombres.
Así
despertamos con cantar de pájaros, y movidas de mata de monos que con los
mangos se deleitaban, entre naturaleza y sol radiante. Para trabajar, para
vivir, mientras la sonrisa se guarda bajo el sudor del trabajo reponedor de
almas. Meditación necesaria, introspección obligada, en la Venezuela de colas y
dólar a mercado "negro"; la alternativa ahí mismito, cerquita, a la
distancia de mis abuelos, la solución que saltó una generación, la de mis
padres, que por estudiar se lavaron el barro de los pies y se sacudieron la
tierra de las manos, olvidando cuando es menguante y el significado de los
bachacos. El pueblo, el conuco, el pescado salado, los mangos y la jalea, lo
orgánico, sustentable, ecológico, lo económico, lo negro...
La
crisis muestra sus alternativas; ya no mas televisores Haier, ni carros
regalados, ya no mas barril de petróleo a 100$, ya no mas opulencia, ya no más.
Ahora nos tocan las verdes, las difíciles, las creativas e ingeniosas, las
bonitas, las reales, las que importan. Y esta me reencuentra cada vez más con
lo que soy, con mi identidad, con mi sonrisa, la de mis padres y la de mis
abuelos; la que no tenía excusas, y simplemente era. Así que busquemos, desde lo negro, lo mujer,
desde el pobre, campesino, busquemos las alternativas que la crisis nos
muestra, para crecer, cuando de verdad cuenta, en la adversidad.