miércoles, 2 de marzo de 2016

En TodaSana

Por Jessica Cueto



La playa, Todasana, un pueblito... Gente linda, gente negra. Descalzos, con cholas. Una visita a un pueblo de negros para reencontrarme con mi negritud, con mis abuelos, con mi gente.
Llegando temprano después de vivir el típico viacrucis de ir a la costa, con su respectivo pirata, 400 Bs hasta Todasana, el pasaje normal son 300. Con esa costa de litoral que te hace olvidar todo, el olor a Mar que se intensifica a medida que vas llegando, ya saliendo de la ciudad, de lo urbano, de lo turístico, ya estás en el pueblo. Que aunque no es mío, se siente como si lo fuera, porque crecí con eso, esperando vacaciones para ir al pueblo, el de los míos.
Al llegar pecamos de turistas, y de locales, compramos unos heladitos más que famosos, parada obligada del de aquí y del de allá. No había de auyama, pero de mango está bien. Hasta que caminas un poquito y ves que el cambio climático dio una sorpresa y mango es lo que sobra, hay demasiados, mango para todo mundo, mango por no dejar... Caminas y eliges, muerdes y dejas, agarras otro... demasiado mango. Aquí no hay crisis, ni colas, hay comida, sana y sabrosa comida, Mango!
Sin mucho dinero nos internamos en la montaña con los campesinos, que a pesar de la sequía siguen adelante, cuidando y trabando la tierra en la medida de lo posible. Comiendo lo que se consigue, con guarapito de malojillo pal desayuno, y yuca-apio para el almuerzo, bajando al río a bañarnos y a recoger agua potable en el pueblo. Limpiando el terreno machete en mano, ingeniándotelas para vivir de la tierra, esa que nos dijeron que era atraso y nos quitaron para imponernos a la ciudad come hombres.
Así despertamos con cantar de pájaros, y movidas de mata de monos que con los mangos se deleitaban, entre naturaleza y sol radiante. Para trabajar, para vivir, mientras la sonrisa se guarda bajo el sudor del trabajo reponedor de almas. Meditación necesaria, introspección obligada, en la Venezuela de colas y dólar a mercado "negro"; la alternativa ahí mismito, cerquita, a la distancia de mis abuelos, la solución que saltó una generación, la de mis padres, que por estudiar se lavaron el barro de los pies y se sacudieron la tierra de las manos, olvidando cuando es menguante y el significado de los bachacos. El pueblo, el conuco, el pescado salado, los mangos y la jalea, lo orgánico, sustentable, ecológico, lo económico, lo negro...

La crisis muestra sus alternativas; ya no mas televisores Haier, ni carros regalados, ya no mas barril de petróleo a 100$, ya no mas opulencia, ya no más. Ahora nos tocan las verdes, las difíciles, las creativas e ingeniosas, las bonitas, las reales, las que importan. Y esta me reencuentra cada vez más con lo que soy, con mi identidad, con mi sonrisa, la de mis padres y la de mis abuelos; la que no tenía excusas, y simplemente era.  Así que busquemos, desde lo negro, lo mujer, desde el pobre, campesino, busquemos las alternativas que la crisis nos muestra, para crecer, cuando de verdad cuenta, en la adversidad.

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