lunes, 29 de septiembre de 2014

Cuando la violencia es el mestizaje

Por Esther Pineda
Publicado originalmente en http://estherpinedag.com/


A propósito de las discusiones generadas a partir del 12 de octubre y la politización de las nominaciones atribuidas a esta fecha, se hace necesaria la reflexión sobre algunos elementos. La idea del mestizaje en América Latina y más específicamente en nuestro país se introdujo y constituyó como un instrumento invisibilizador del extermino genocida ejercido por los europeos en contra de las civilizaciones de nuestra América.
Si bien es cierto que nuestra población se constituye de mestizos (vale acotar que fundamentalmente en los sectores más desposeídos, pues sin duda las auto reconocidas como élites se han cuidado lo suficiente de manchar “su pureza racial”) éste es y fue un mestizaje violento, violentado y violentador; específicamente violentador de las mujeres, indígenas y africanas constituidas en objeto de placer del hombre blanco colonizador.
El 12 de octubre de 1492 se constituye como el momento histórico clave en el cual podemos reconocer el inicio de la expoliación de nuestros recursos, el desplazamiento de nuestras culturas originarias y de la aún ejercida violencia contra nuestros pueblos, pero más aún hacia nuestras mujeres, las cuales continúan arrastrando la secuelas de esa violencia, al seguir siendo las mujeres indígenas y afrodescendientes las más excluidas y violentadas.
Si bien en éstas denominadas sociedades “modernas”, la discriminación exclusión, subordinación y violencia, ha proliferado y extendido, manifestándose en diversas formas, no solo en favores sexuales obtenidos a través de la intimidación, la fuerza y el irrespeto a la voluntad, sino por el contrario en su materialización en prácticas socioculturales y políticas que marginalizaron y profundizaron las precarias y deshumanizantes condiciones de existencia de la mujer, comprendida y definida como diferente e inferior por el colono hombre, blanco, heterosexual, poseedor de riquezas y cristiano.
Es por ello que la pobreza y la inequidad tienen nombre de mujer, para ser más específica, de mujer indígena y de mujer afrodescendiente. En todas las sociedades en donde impera la pobreza, sus mayores exponentes son las mujeres, sin embargo esta pobreza feminizada ha de tener como agravante indudablemente su pertenencia étnica-racial. Si a esto añadimos y reconocemos a las mujeres afrodescendientes e indígenas sexo diversas (lesbianas, bisexuales, transexuales) y obreras, las posibilidades de emancipación, participación y decisión habrán de verse más constrictas.
En el caso de los derechos sexuales y reproductivos, por mencionar una de las tantas aristas de la discriminación, las mujeres indígenas y afrodescendientes tienen mayor riesgo de morir producto del aborto o interrupción voluntaria del embarazo, al haberse constituido éste en privilegio exclusivo de los grupos dominantes, es decir de aquellas mujeres blancas o eurodescendientes con acceso a los recursos económicos.
No basta entonces para erradicar el racismo y la desigualdad por razones de género con el reconocimiento nominal e icnográfico, la burda exposición y exhibición de estos pueblos y mujeres históricamente invisibilizados(as), sin modificar la estructura organizacional de la sociedad en pro del reconocimiento e inclusión participativa; la diferencia necesariamente debe traducirse en oportunidad, en visibilización, en participación, indistintamente de la posición desde la cual comprendamos aquellos hechos del 12 de octubre que aún marcan el destino de nosotras como mujeres.
El reto de nuestras instituciones ha de ser la búsqueda de superación de la discriminación excluyente y los tradicionales criterios asistencialistas del estado burgués caritativista, la sociedad demanda su sustitución por políticas afirmativas, en donde las mujeres se definan como hacedoras de sus realidades y soluciones, mediante el apoyo de un estado y un complejo institucional consolidado como apoyo, acompañante, y creador de condiciones, que en consecuencia permitan la vindicación, protagonismo y participación de las oprimidas, lo cual solo puede lograrse mediante la descolonización, despatriarcalización, descapitalización y desracialización de las relaciones social y del estado.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Negra y afrodescendiente

Por Beatriz Aiffil 
Publicado originalmente en http://encontrarte.aporrea.org/129/creadores/a12147.html



Madre blanca, puta enmantillada.
Madre india, florecilla inocente.
Madre negra, follona, madre África. Madre.
Hija de madre rota, ébano profanado que sin embargo ríe.
Padre blanco, legendario mesías.
Padre indio, trovador de tristezas.
Padre negro, guapachoso. Majestad africana. Padre.
Como todos los negros, hija de algún rey africano. 
Y me llaman negra y como negra respondo.
Negra imagen me devuelve el espejo de laguna donde el patito se vio feo, no por cisne sino por negro. Y si yo me veo negra supongo que los demás me ven negra, por lo tanto negra navego sobre el mar de las diferencias.
Afrodescendiente, no cabe duda de ello. Afrodescendiente porque no olvido la cacería, el tráfico, la trata, la esclavitud, el látigo, el cimarronaje ni, mucho menos, la libertad.
Me planto heredera de aquellos negros y negras que, a su pesar, hicieron la travesía del Atlántico y arrastraron cadenas en diáspora por toda América.
Traigo sangre del fiero león y también del colibrí. Savia de baobab y de humilde cilantro. Traigo de indio. También traigo de blanco... Traigo de todo.
Pero me llaman negra y como negra respondo. 
Soy negra y afrodescendiente.
Tarareo las canciones de los que alguna vez fuimos excluidos y pisoteados a causa del color de la piel: Emancipate yourselves from mental slavery, none but ourselves can free our minds...Es hora de romper con la esclavitud mental, nadie puede liberar nuestras mentes sino nosotros mismos. Por qué tener miedo a nada si ya nadie puede detener el tiempo.
Este es el tiempo. La sangre ruge en las venas.
Negra y afrodescendiente. 
Sangre África.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

No me llame negro, dígame afrodescendiente. No me diga afrodescendiente, llámeme negro.

Por Esther Pineda
Publicado originalmente en http://estherpinedag.com/

El ser es lo que los hombres hablan” (Gorgias), es decir, a partir del lenguaje se construye y deconstruye al ser social; de su nominación dependerá su visibilidad y reconocimiento, de su omisión o nominación descalificada su invisibilización y exclusión.
Sin duda, los europeos herederos de una tradición filosófica, bien lo comprendieron, pues efectivamente asumieron que mediante la asignación de un lenguaje discriminatorio seria posible institucionalizar, transmitir y mantener el racismo.
En este contexto el lenguaje sin duda se constituyó como un elemento significativo en el proceso de construcción de una sociedad jerarquizada, instaurándose como elemento de fomento, legitimación e institucionalización de las desigualdades.
De este modo el término “negro/negra”, fue empleado para denominar a las personas africanas secuestradas y esclavizadas, como a sus descendientes (afrodescendientes) nacidos en territorio americano; no obstante, dicha nominación cumpliría una clara y definida función social, la cual seria: diferenciar a todo individuo no europeo, descalificarlo y subordinarlo por el color de su piel.
Así, “Lo negro” fue asociado al mutismo, la invisibilidad, la ignorancia, a la noche y en consecuencia a la oscuridad, como lugar por naturaleza inhóspito, desolado, desapacible y lleno de vicios, en efectiva contraposición a lo blanco.
Por ello, no es azaroso que en nuestro lenguaje cotidiano y representaciones icnográficas, “lo negro” se encuentre estrechamente asociado a tipificaciones envilecedoras, vinculado a lo malo, la desgracia, la desdicha, lo perjudicial. El mercado negro (contrabando, venta, distribución o intercambio clandestino e ilegal de bienes y servicios), el jueves negro (desplome de la bolsa de valores de nueva york), humor negro (satirización de situaciones sociales oscuras, dolorosas, polémicas), un futuro negro, gato negro (símbolo de mala suerte), dinero negro (aquel proveniente de actividades delictivas), magia negra (brujería), entre otros; los cuales son solo una muestra del carácter significantemente vilipendiado de la negritud.
No obstante, el término “negro”, por si mismo, no posee una carga negativa o degradante del sujeto social, por el contrario, sería en el contexto antes descrito donde le fueron atribuidas significaciones negativas y peyorativas sobre la negritud. Por ello se hace necesaria la rigurosa diferenciación entre los contenidos simbólicos, como así mismo, la efectiva y eficiente distinción entre las designaciones del sistema racista, pues sin duda no será lo mismo “negro” que “negreado”.
El ser “negreado”, sin duda constituye un acto de diferenciación violenta y excluyente, sin embargo, pese a la injerencia, penetración, e intentos de desarticulación y erradicación de la cultura africana autóctona por parte del europeo esclavista, lo “negro” en nuestras sociedades latinoamericanas y caribeñas permitió la construcción de una identidad, fundamentada en la experiencia racializada común (la descendencia africana, el secuestro y movilización forzada, como su consecuente y aún vigente discriminación a través de la ideología racista).
Por ello debemos ser cautelosos (as) al plantearnos la supresión absoluta del término negro y su sustitución incuestionable por el término afrodescendiente, haciéndose necesario reflexionar si nos encontramos frente una diferenciación liberadora o una resignificación excluyente.
Los esfuerzos de los pensadores(as), lideres(sas) y movimientos afrodescendientes, deberán estar orientados a presentar a los actores sociales el origen de estos contenidos, sus significados, los contexto en los cuales surgieron y se han hecho manifiestos, su carga ideológica, a partir de lo cual este sujeto históricamente oprimido como también el tradicionalmente opresor comprenda la génesis de su situación y pertenencia de clase.
De este modo, la liberación del yugo colonizador que aún nos oprime solo será posible en la medida en que a los actores sociales les sean facilitadas las opciones y herramientas históricamente negadas; permitiendo que el sujeto se encuentre en capacidad de abordar su situación social específica y diferenciada; como además, establecer los criterios para la construcción de su historia, pensamiento e identidad, desde su experiencia, contextos y significaciones que le son cómodos y comunes.
Intentar imponer la afrodescendencia como identidad única y absoluta será un acto trasgresor, similar a la dinámica operativa del europeo esclavista y explotador, degenerando en la profundización de la situación de foráneo social de este grupo socialmente excluido y discriminado.
La afrodescendencia debe presentarse como una invitación, como llamado al conocimiento, la identificación y en consecuencia al autoreconocimiento. De lo contrario, la dignificación de la negritud y la descendencia africana habrá de convertirse en la tiranía de la afrodescendencia.

viernes, 5 de septiembre de 2014

El mito de la belleza negra

Por Jessica Cueto


El paso al cabello natural es toda una decisión especialmente en estos tiempos de belleza construida y artificial, donde mientras mas plástico o irreal mejor. Una época de cabellos excesivamente abundantes a punta de extensiones, con un liso rizado solo obtenido con maquinas, de cuerpos esbeltos en el hambre con voluptuosidades de quirófano; el cabello natural, así como un cuerpo y una vida natural, es más que una decisión, es una "raya" en el monopolio estético que vivimos, donde sólo un patrón encaja en lo bello, obligando al resto a encajar a punta de dinero, bisturí y problemas existenciales.
Y aquí estamos, nosotras las mujeres reales, las que tienen celulitis, y amanecen despeinadas, con ojeras, sin medidas perfectas, las que además no quieren hacer millonarios a una pequeñísima parte del mundo a fuerza de baja autoestima. Y mas específicamente estamos las que tienen la nariz chata, los labios gruesos, y el cabello como para arriba, estamos las mujeres negras.
En principio hay que aceptarnos, y entender que el patrón al que nos obligan a encajar es irreal, y mas allá de eso, nunca lograremos encajar, ni con todo el dinero del mundo, ni con los rezos de la mamá, ni los menjurjes de la abuela, ni con el marido hijo de europeos; tenemos que asumir que somos como somos. Luego de asumirlo y digerirlo, ¡celébralo! disfrútalo, enorgullécete de ser negra, de ser como eres, de parecerte a tu mamá y a tus abuelas, de tener la misma nariz del pai y el pelo de la tía; enaltece tu herencia, porque viene de gente que amas y porque representa luchas, victorias, alegrías, amor, orgullo, y belleza.
Ahora sintámonos bonitas desde esa herencia, desde lo negro, desde lo que somos y no desde el ideal creado. Y en este punto, hago énfasis en lo que somos, no en lo que comercialmente somos las mujeres negras, a veces morenas con cuerpos voluptuosos con cabello "rizo perfecto" labios carnosos pero no tanto, y nariz tirando a perfilada. Las mujeres negras podemos ser desde bachaconas (morena clara con cabello claro) hasta negras bien oscuras, desde el cabello crespo hasta un rizo enroscado,  con facciones muy finas o gruesas; nuestra belleza no encaja en una propaganda, no somos un solo tipo de belleza, somos muchas.
Debemos vernos bellas bajo expectativas reales, no dentro de estándares de belleza "negros" creados que te venden un champo o una cirugía plástica. No saben cuantas veces me sentí frustrada al usar una marca de acondicionador que me prometía unos rizos perfectos, o cuantas veces caí en el error de considerar a una "negra fina" más bonita por sus facciones. Buscando mi negritud encontraba fantasías comerciales de negras que solo me hacían sentir sola llevándome al engaño y la negación del "blanquear" mis atributos físicos.


Peor que no verte reflejada en la cotidianidad es ver una imagen que supuestamente te refleja pero con retoques, haciendo ver tu verdadero aspecto incorrecto. El secuestro de la negritud es lo que vemos en propagandas y certámenes de belleza.
Podemos ser coquetas y hermosas desde nuestro verdadero ser, al aceptarnos hay espacio para todas y todos, la belleza no es de unos pocos, es del ser humano, y el sentirnos bellas esta en nosotras, en nuestro cabello enroscado y los labios gruesos. Sigo insistiendo, amémonos como somos, negras, bellas y si eres una Arepa, Venezolana!

Fotografía 1: http://trucoscaserosparaelpelo.com/trucos-para-el-cabello-rizado/
Fotografía 2: http://www.caoba.org/cuidado-del-cabello-afro-al-natural/